Los años demuestran que la inmigración es una cuestión incómoda para la izquierda. Seguramente porque su discurso, el de la solidaridad, el de la integración, el de los derechos, no acaba de encajar (o de explicarse bien) con la ideología capitalista de los países desarrollados objeto de destino de africanos, asiáticos, centro y sud-americanos...
La derecha lo tiene más claro y más fácil. Su discurso parece encajar mejor con los principios que sustentan las sociedades capitalistas desarrolladas. Cuando menos, encajan mejor en los momentos de incertidumbre, de dudas, crisis, sombras, preocupaciones, como los que nos toca vivir. La aprobación de la llamada "Directiva de la verguenza" es un vivo ejemplo de cómo ven los Gobiernos de derechas la cuestión migratoria.
Sobre las dificultades de la izquierda para superar los límites de su discurso y de sus políticas de inmigración ya volveré a hablar.
Ahora sólo quería escribir una nota final: los derechos no son una cuestión vinculada al lugar de origen o nacimiento, sino que es intrínseca al hecho de ser personas.
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