Se ha convertido en un lugar común afirmar que no hay diferencias entre la izquierda y la derecha. Que unos y otros partidos son iguales. Que sus políticas apenas se diferencian.
Este discurso, que suelen mantener, por un lado, quienes creen que la política es pura y dura gestión, sin que los ideales y los valores tengan nada que decir; y por otro lado, quienes pretenden descalificar a los partidos que no están en los extremos para diferenciarse; este discurso, decía, se ve desmentido día a día.
Uno de los últimos ejemplos lo hemos tenido en el debate en el seno de la UE sobre la ampliación de la jornada laboral hasta las 65 horas.
Uno, que trabaja y tiene familia, y pretende disponer, además, de espacio para sí mismo, para sus aficiones o simplemente, para no hacer nada, para el descanso, no acaba de entender cómo se casan jornadas de 65 horas con todo lo demás.
Europa, donde en estos momentos, gobiernan partidos mayoritariamente de derechas (Italia, Francia, Alemania...) parece haber decidido volver a la Revolución Industrial; a aquel tiempo en que toda la vida giraba y dependía de la fábrica. Lo que representa un contrasentido con las políticas progresistas y con una demanda general que cada vez más, reclama tiempo para vivir.
lunes, 16 de junio de 2008
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