La crisis de los espías ha emparentado de manera curiosa al ya ex-Presidente del Real Madrid y a la futura ex-Presidenta de la Comunidad de Madrid.
Imagino que el discurso psicótico del "van a por mí" que mantuvo Ramón Calderón y al que se ha adherido Esperanza Aguirre constituye un último y desesperado intento por no ser desalojado del barco, por amarrarse a la barandilla mientras te expulsan y echan, cuando ya no hay más remedio que irse.
El victimismo, la conspiración, la mano negra, la persecución sin cara ni rostro... El discurso paranoico del que se cree intocable.
Como Calderón semanas atrás, Aguirre se siente al borde del desfiladero después de haber hecho añicos las instituciones, de haber jugado con su imagen y prestigio, de haber devaluado la concepción que los madrileños tenían de la Comunidad de Madrid poniéndola a su servicio, como instrumento para alcanzar sus anhelos más vivos: la dirección del PP madrileño y nacional.
Aguirre no es la víctima de estos años oscuros. Aguirre es la principal responsable.
La puerta de salida la está indicando el camino a seguir.
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