viernes, 14 de mayo de 2010

Venganza e ira

Hay cosas que cuestan entender aunque se expliquen, y se expliquen bien.

Sin duda alguna, una de ellas es lo que ha pasado con el juez Garzón.

Años atrás, representación de la lucha contra lo más detestable de nuestra sociedad: el terrorismo, la droga..., ahora en ese lugar tan incómodo en el que al mismo tiempo, se recibe el ferviente apoyo de la mitad de la ciudadanía y el odio de la otra mitad.

Para quienes atacan ahora al que antes fue un ejemplo, el punto de inflexión fue la decisión de formar parte de las listas del PSOE tiempo atrás.

Para estos miserables, la sospecha de que Garzón anteponía la ideología a la profesionalidad se habría ido confirmando en los últimos años: primero, tratando de hacer pagar a Pinochet por las aberraciones de su dictadura y más recientemente, trabajando en el sentido de la recuperación de la memoria histórica y por otro lado, contra la corrupción en la política.

Pues bien, Garzón ha perdido. Es el precio que se paga por no resultar indiferente, mediocre, por el compromiso, por la implicación.

La miseria se ha impuesto.

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